Redacta, ilustra y dirige durante siete años la revista Tangueando, mientras sus versos y sus tangos permanecen inéditos. Durante el año 1960 publica su primer libro "El Tango: Su historia y evolución", editado por la casa Peña Lillo.
Sus primeros tangos surgieron a comienzos de los '50, apareciendo en ellos la temática y el estilo por momentos surreal de sus obras posteriores. Se lo considera el letrista más resuelto a escribir versos nuevos cuando ya todos los versos del tango parecían haberse escrito.
De niño escribía versos, obras para títeres y luego milongas que interpretaba, acompañado por la guitarra, para sus amigos del barrio en el sótano de un almacén. Con el correr de los años se transformaria en un estupendo dramaturgo.
Fue un innovador al incorporar el recitado poético a la canción popular.Con su particular poesía tangueraLa poesía de Ferrer fue innovadora, llamativa, fantasiosa, onírica, y hasta surrealista en algunos aspectos y giros inusuales en el tango.
Pensar a Horacio Ferrer como un aedo supone la necesaria aclaración de que el aedo era mucho más que una figura respetada por su calidad poética, antes bien se lo veneraba por ser el escolta más probo de la tradición de la que era síntesis, y a la vez profeta. Horacio Ferrer, desborda, desde luego, esta y cualquier otra categoría que intente confinarlo en un marco, justamente su obra se caracteriza por des-enmarcarse de toda moldura o acto de acotamiento, sin embargo, su función se parece notablemente a la de los aedos que, por razón de su canto épico, se consagraban gozosamente a entrelazar la poesía con la historia. Toda escritura en Horacio Ferrer -incluso la que persigue una finalidad escolástica- está dominada por el fenómeno de su plasticidad poética. Esta cualidad rebosa el contorno de la palabra escrita y se revela en su habla coloquial, desconociendo cualquier tipo de frontera capaz de separar el lenguaje lírico en toda su proyección estética de otro más restringido a fórmulas coloquiales o de uso común. Al pensarlo como un aedo moderno y rioplatense, resulta evidente señalar que la épica de su canto nace de la tradición del tango, fuente de todas sus inquietudes culturales. La escritura de Ferrer es el eco de una oralidad poética que anega su prosa, como es posible constatar en las crónicas de “El tango su historia y evolución”, “El libro del Tango”, “El Siglo de Oro del Tango”, “La Epopeya del Tango Cantado”, en sus esbozos biográficos, en la vibración magnética de sus conferencias y, también, en sus cronicones canyengues, esos hechiceros escritos periodísticos publicados en el diario “El País” de Montevideo firmados ya sea con su nombre o con sus ingeniosos seudónimos: Luiggín de la Batería y Fray Milonga. Extracto del libro "La palabra prendida" de Gustavo Provitina